¡Cómo suena mi Matanzas!

Los cocodrilos de Matanzas derrotaron dos veces a Holguín este 18 de diciembre para preocupar a los parciales de los cachorros. © Visión desde Cuba / Luis Ernesto Ruiz Martínez
Siempre me gustó viajar y conocer, pero una vez fuera de mi provincia, me enorgullecía cómo la gente se refería a la gran bahía de Matanzas, a sus cumbres empinadas colmada de casas coloniales, los puentes sobre los ríos calmosos, la playa de Varadero, el danzón, la rumba, sin embargo, siempre se burlaban cuando hablaban de pelota.

Si algo me quedaba claro era que el tiempo sepulta las glorias pasadas. Solo los más veteranos recordaban las hazañas de Henequerenos. Cierta vez escuché a una viejecita de Manacas rememorar aquellos equipos de principios de los 90. Ella, de quien no recuerdo el nombre, me aseguró que empezó a ver béisbol cuando aquel equipo matancero se proclamó campeón.

Pero pasó el tiempo, y no pasó un águila por el mar, más bien una tiñosa que silenció el Estadio Victoria de Girón. Durante años, más de una década, de pelota no se hablaba en Matanzas, y el desempeño de su equipo solo conseguía burlas fuera del territorio yumurino, y no era para menos.

Recuerdo que muchas veces cuando reconocían los diferentes atractivos de mi provincia, alguien me espetaba en pleno rostro: “y cambiando el tema, ¿ustedes tienen equipo de pelota?” Entonces yo ripostaba nombres del pasado, desde Martín Dihigo, hasta Manrique, Julio Germán, Junco, pero solo conseguía risitas burlonas.

Pero la cosa cambió. Desde hace algunos años acá, en Matanzas no se habla de otra cosa que de su equipo, y lo más asombroso: cuando recorro Cuba nadie queda indiferente al despegue de Los Cocodrilos de Víctor Mesa, tal como lo comprobé hace algunas semanas en la oriental provincia de Holguín.

Foto tomada desde la Loma de la Cruz, donde se observa el Estadio Calixto García, esa noche jugaba Matanzas contra Holguín
Foto tomada desde la Loma de la Cruz, donde se observa el Estadio Calixto García, esa noche jugaba Matanzas contra Holguín

Nada contentará más a un oriundo de estas tierras, que su visita a algún territorio coincida con su equipo de pelota, como me sucedió a mí en la Ciudad de los parques.

Por cualquier calle que caminaba la gente hablaba de Matanzas, de Víctor, de lo aguerrido que es ese equipo. Incluso llegué a escuchar una extraña e inverosímil historia, más bien salida de un thriller norteamericano, que acusaba a los matanceros de atentar contra uno de sus estelares peloteros, tras este sufrir un accidente.

Justo en un ómnibus local, presencié a varias personas escuchando el partido de pelota desde un pequeño radio portátil. Y en varias ocasiones deseé gritar que era matancero al escuchar elogios hacia mi equipo.

Más de una vez me perdí en esa gran ciudad, absorto en las reacciones que producían los peloteros de mi terruño, y hasta se me pasó una parada de la guagua.

Quizás pocos entiendan que desde hace mucho los matanceros nos sentimos campeones. Que nos fastidien con lo del eterno segundo lugar, siempre será mejor estar entre los cuatro de adelante, que en el 14 de la tabla. Desde hace par de años digo con orgullo que soy matancero, más allá de mi hermosa bahía, o la linda playa de Varadero. Y es que Matanzas suena en toda la isla gracias a la pelota.

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